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Lo primero que se debe saber de Thermal, California es que hace un calorón. En Thermal, ya en estas fechas tempranas de nuestra crisis planetaria, la temperatura durante 139 días al año supera los 95 grados Fahrenheit (35.5 grados Centígrados). En los próximos 30 años, estas aumentarán entre 4 y 5 grados más; y, a finales de siglo, el calor durante más de la mitad del año subirá a más de 95 grados Fahrenheit (35.5 °C), con casi una cuarta parte a más de 112 °F (44.4 °C).

La segunda cosa que hay que saber acerca de Thermal, California es que es una expresión caricaturesca de un problema moral y práctico que existe, en cierto nivel, en todas las sociedades del mundo. La crisis climática es un amplificador de la desigualdad. El calor y los huracanes, las inundaciones y el humo de los incendios forestales, golpean con toda su fuerza a los más desfavorecidos. Mientras tanto, los más privilegiados permanecen comparativamente seguros, protegidos por el dinero y el poder. Esa diferencia de sufrimiento se conoce como la brecha climática, definida por los investigadores en un documento base sobre el tema, como “el impacto desproporcionado y desigual que la crisis climática tiene sobre las personas de color y los pobres”.

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En toda California —en todo Estados Unidos— estas brechas son cada vez más evidentes. La gente de color, los pobres y los indocumentados viven en lugares más calientes. Los trabajadores latinos trabajan mucho más al aire libre y tienen más probabilidades de carecer de agua potable. A menudo hay diferencias de temperatura sustanciales entre las partes más y menos afluentes de las mismas ciudades. En un estudio realizado en 20 zonas urbanas del suroeste de Estados Unidos se reveló una diferencia de 4 grados Fahrenheit entre el 10 % de los vecindarios más pobres y el 10 % de los vecindarios más ricos de las mismas ciudades. El mismo patrón se mantuvo cuando se compararon los vecindarios blancos y los vecindarios latinos. Entre los estados que se estudiaron, las denominadas desigualdades térmicas de California fueron las peores. En ese mismo estado, Palm Springs (a solo 30 minutos de Thermal), e Inland Empire (la siguiente zona urbana más cercana), mostraron las peores diferencias de todas: una diferencia de 6 a 7 grados Fahrenheit.

Para entender cómo se está materializando la brecha climática en California, decidimos examinar de cerca el Valle de Coachella, una franja desértica de 45 millas a lo largo de la falla de San Andrés que contiene algunas de las tierras agrícolas más fértiles del estado y varios de los sitios de diversión más conocidos para los ricos de California.

Hacia el oeste, por Palm Springs, se encuentran campos de golf verdes como los billetes de dólares, rociadores que salen de las palmeras, carreteras anchas y magníficamente pavimentadas y un ciclo de conciertos llamado Splash House que se destaca por su escenario al lado de la piscina.

En el lado este, donde se encuentra Thermal, se miran campos con tonos grises y verdes que se perciben como tableros de ajedrez, con cosechas de uva y pimientos morrones, regadíos, césped para campos de golf y rodales de palmeras datileras. Entre ellos se intercalan remolques blanqueados por el sol, hogares de las personas que trabajan esos campos y limpian las piscinas y las habitaciones de los hoteles situados más hacia el oeste.

La brecha climática que define al Valle de Coachella es aún más marcada dentro de la propia Thermal.

Los residentes que viven a tiempo completo en esta comunidad no incorporada son un 99 % latinos y un 78 % inmigrantes no ciudadanos. Entre marzo y mayo de 2021, más hogares per cápita recibieron ayuda para el alquiler de vivienda en Thermal que en cualquier otra ciudad o comunidad no incorporada del condado de Riverside.

Una organizadora comunitaria llamada Lesly Figueroa nos llevó a recorrer los parques de casas móviles, o Polancos, como se les llama por aquí. Las vías no pavimentadas se hacen lodazales con la lluvia. Los techos se han visto arrancados por los fuertes vientos. Los sistemas eléctricos improvisados y sobrecargados se han encendido con el calor. Incluso, cuando los circuitos se estropean, también deja de funcionar el agua corriente, ya que la mayoría de los parques dependen de pequeños pozos privados, y estos necesitan bombas eléctricas.

También existe otra Thermal, una en la que los residentes de tiempo parcial mantienen su segunda (o tercera o cuarta) vivienda. Este es el tipo de personas que se niegan a someterse al mundo natural y, en su lugar, lo subyugan a sus deseos. Este es el Thermal de clubes privados como el Desert International Horse Park y The Thermal Club, “un destino privado con todo incluido para el distinguido entusiasta del automovilismo”. Este pronto será también la sede del club de playa Thermal Beach Club, que contará con una laguna de 20 acres (aprox. 8.1 hectáreas) de surf artificial con olas personalizadas, creadas con tecnología de olas PerfectSwell.

Históricamente, cuando se indaga acerca de cómo se ha de vivir y urbanizar con equidad en Thermal, como en el resto del Valle de Coachella, la respuesta ha sido que los desarrollos de lujo crearán oportunidades para todos. Los turistas ricos, los jubilados y los propietarios de casas vacacionales aportarán empleos e ingresos fiscales y, como los sistemas de riego de los complejos turísticos, reverdecerán todo el lugar.

En realidad, eso no es lo que ha sucedido hasta ahora.

Como lo indicó el profesor de la Universidad del Sur de California Juan De Lara, que creció en Thermal y estudia la región: “Sabemos que la economía por goteo no funciona”.


Una tarde del pasado mes de marzo, en el lado este de Thermal, junto a la avenida 70, Pedro Nicolás, de 33 años, se subió en chanclas y pantalones cortos de baloncesto al techo de madera contrachapada y podrida de su casa móvil, por el cual su aire acondicionado, que realmente no podía pagar, goteaba durante la primavera, el verano y el otoño.

El Parque de Casas Móviles Oasis, donde vivía, subsistía con el tipo de infraestructura que agrava la crisis climática de manera caleidoscópica. El agua que salía de la llave era de color amarillo, blanco lechoso o café, olía a caño y venía mezclada con arsénico. El parque no estaba conectado a la red municipal de agua. El sistema eléctrico fallaba regularmente y los inquilinos decían que el propietario les cobraba 7 centavos por arriba de la tarifa de la compañía eléctrica, por cada kilovatio hora que consumían. El polvadero de las carreteras no pavimentadas del desierto era horrible, como en los relatos de la Biblia. Esto, combinado con el ozono, agravado por el calor, y los pesticidas de los campos cercanos, dio lugar a un cóctel nocivo e inflamatorio que se arremolinó en lo más profundo de los pulmones de la familia de Nicolás.

Los aproximados 60 acres (24 hectáreas) del parque Oasis acogían unas 240 casas móviles (nadie tenía un recuento firme, ya que llegaban y se desintegraban con regularidad), así como a más de 1,000 residentes (tampoco nadie tenía un cálculo exacto de esta cifra). Los perros, sujetados con cuerdas elásticas, ladraban detrás de las alambradas. También había parrillas, bicicletas y lavadoras estropeadas, los escombros habituales de la vida, junto con montones del tamaño de un coche, de botellas de agua de plástico de un galón. “Lideres Campesinas”, una red de trabajadoras agrícolas, entregaba cajas de agua de manera regular. Los vacíos se iban acumulando a la espera de ser reciclados, amarrados con cordel.

En 2006, Nicolás contrató a un coyote para que lo pasara de contrabando desde México a Estados Unidos, donde se instaló con su hermano en Thermal. Allí vivían muchos otros de su comunidad indígena purépecha en Michoacán. Un año después, Nicolás volvió por María de Jesús Diego Bautista, ahora su esposa, a quien había conocido cuando él tenía 11 años y ella 14. “¿Este es el norte?", dijo ella al llegar. Las decenas de rostros conocidos la reconfortaron, sobre todo porque ella y Nicolás eran, y son, indocumentados. Pero, ¿el parque de casas tráiler de Thermal? “Yo pensé que el norte estaba bonito, no pensé que el norte estaba feo”, dijo María.

Desde los 9 años, Nicolás había soñado con construir una casa, con habitaciones separadas para cada uno de sus hijos y espacio suficiente en el exterior para caballos y para que Nicolás “pudiera andar ahí y decir: ‘Esto es mío’”. En México había trabajado durante nueve años, cargando madera, construyendo cajas de fresas, vendiendo teléfonos móviles, y sólo podía costear la construcción de una parte de los cimientos. La casa móvil de Oasis tenía tres habitaciones: una pintada de rosa para Sinthia, de 10 años, otra pintada de morado oscuro para Erik, de 11 años, y la tercera para Pedro y María. No obstante, los agujeros en el techo de ese tercer dormitorio eran demasiado grandes, así que Pedro y María dormían en un altero de mantas sobre la alfombra de la sala.

Cuando Nicolás llegó a California, empezó a trabajar en el campo por US$8 dólares la hora. Transcurridos 15 años, actualmente gana US$14 dólares. Cada día que trabaja, por mucho calor que haga, se abriga para protegerse de los pesticidas y del sol, y sale de Oasis Mobile Home Park hacia ese damero gris y verde para plantar, recoger o empaquetar fresas o coliflor o brócoli o zanahorias. El valor total de las cosechas en el Valle de Coachella disminuyó aproximadamente en un 20 % entre 2015 y 2019, según cifras del distrito local del agua. En gran parte, eso se debe a que los productores trasladan sus operaciones a México para conseguir una mano de obra más barata; estrategia que sirve para mantener los gastos generales lo suficientemente bajos como para seguir vendiendo cuartos de fresa en los supermercados a un precio de US$3.99 dólares. El clima tampoco ayuda. El valle no solo se encuentra “en el límite cálido de la agricultura”, dijo Ray Anderson, un científico de investigación del suelo en la Unidad de Investigación de Eficiencia del Agua y Salinidad Agrícola del USDA en Riverside, California. “Durante el verano puede ser la región agrícola más calurosa del planeta”.

Nicolás se quemó las rodillas al arrodillarse en el suelo sin almohadillas. Si recogía cosecha por las noches con linterna en la cabeza, veía serpientes. En los últimos años, empezó a notar su edad, sintiéndose demasiado agotado por el trabajo para volver a casa y jugar en ese mismo momento con sus hijos. Necesitaba una siesta. “No es tanto el sol, sino la humedad es lo que te hace que te ahogues”, dijo. “que te sientes que te vas a caer, te ahogas por la humedad”. Comparada con otros estados, California exige que los cultivadores ofrezcan más protecciones para el calor a los trabajadores agrícolas, pero, como señaló Nicolás, la versión de la ley que se practica en el campo no es la misma que en los libros. “De hecho, hay gente que se ha desmayado en la noche... porque se deshidratan”.

Nicolás suele ganar unos US$300 dólares a la semana. Su paga quincenal se destinaba a la comida, US$475 dólares para la renta, $50 dólares para gasolina y los $75 dólares restantes a los servicios públicos. Eso estaba ridículamente lejos de ser suficiente. Durante el verano, las cuentas mensuales de dichos servicios llegaban a los US$300 dólares. Trabajaba todas las horas posibles, pero julio y agosto eran meses lentos. Tratar de enfriar el ambiente era desesperante. Su puerta principal no se cerraba realmente. Las unidades de aire acondicionado no quedaban bien ajustadas en las ventanas. La casa móvil nunca había tenido material aislante. Toda su familia dormía en el pasillo que atravesaba el centro de la casa tráiler, ya que era el lugar más fresco. Hace un par de veranos, Nicolás compró un generador, que en realidad no podía costear, para alimentar el aire acondicionado, para el cual tampoco tenía dinero suficiente. El dinero ni siquiera alcanzaba para salir en el coche y manejar durante dos, tres o cuatro horas seguidas con el objetivo de mantener a su familia fresca con el aire acondicionado del vehículo.

Para tratar de compensar las faltantes en su presupuesto, Bautista hacía trabajos de costura, bordando y cosiendo lentejuelas en vestidos. Ella también trabajaba en el campo, pero ahora se quedaba en casa para cuidar de su hijo, que tiene autismo y a menudo se siente frustrado por su incapacidad para comunicarse. No tenían la opción de componer el techo de la casa móvil. La habían comprado por US$2,000 dólares. Un contratista le presupuestó a Nicolás US$18,000 dólares para las reparaciones. Otro pedía US$15,000. “¿Acaso parezco alguien que tiene $15,000 dólares?”, comentó.

Greg Pierce, codirector del Centro Luskin para la Innovación de la UCLA, comentó que, francamente, el tema de cómo las casas móviles como la de Nicolás se enfrentarán a la crisis climática “no es un asunto muy sexy para los académicos”. Aun así, en lo que se concuerda ampliamente es que la materia se ha estudiado poco y que los residentes de las viviendas prefabricadas más viejas (el término preferido) corren un grave peligro. En California, las casas móviles se encuentran de forma desproporcionada en las zonas censales más calientes. Debido a la falta de “integridad de las paredes”, es decir, a los agujeros y a la falta de aislamiento, los habitantes de estas viviendas gastan el doble de sus ingresos en enfriarlas. Las casas móviles construidas antes de 1976, cuando el Departamento de Vivienda y Desarrollo Urbano actualizó las normas de construcción y seguridad, son especialmente vulnerables. Su cableado de aluminio puede incendiarse. El alquitrán que mantiene unidos los viejos tejados metálicos a veces se derrite. En el condado de Maricopa, Arizona, las casas móviles representan solo el 4.9 % del inventario de viviendas, pero el 27.5 % de las muertes relacionadas con el calor en interiores.

“Todos los años en verano nos mantenemos en alerta máxima”, dijo Mike Walsh, subdirector de la Autoridad de la Vivienda del Condado de Riverside. En los parques de casas móviles falla la electricidad y con ella se van los ventiladores, los aparatos de aire acondicionado y los enfriadores evaporativos. Tiene generadores a su alcance, y vales para habitaciones de hotel, pero sigue preocupado todo el tiempo porque la necesidad supera con creces sus recursos.

A medida que algunas zonas del país se vuelven más cálidas y secas, la exposición al arsénico es cada vez más frecuente. En un documento publicado este año, el Servicio Geológico de los Estados Unidos estimó que las cantidades de la población del territorio contiguo del país que se expondrán a niveles elevados de arsénico procedentes de pozos privados en la próxima sequía, aumentará de 2.7 millones a 4.1 millones. La exposición crónica al arsénico se relaciona con cáncer y una gran gama de problemas de salud. Parte del aumento de la exposición a esta substancia se produce cuando los pozos se secan y las comunidades tienen que encontrar nuevos suministros de agua y, en el proceso, se encuentran con el arsénico natural que siempre ha estado en el subsuelo. En otras comunidades, como el Valle Central de California, el bombeo excesivo de aguas subterráneas está “provocando que el acuífero se comprima como una esponja”, como dijo el geoquímico de suelos de la UC Riverside, Sam Ying, y eso puede provocar mayores concentraciones de arsénico en las aguas subterráneas. “Creo que aún no sabemos exactamente lo que está sucediendo en el Valle de Coachella”, indicó Ying.

En septiembre de 2020, la Agencia de Protección Ambiental emitió una orden de emergencia a Oasis Mobile Home Park debido a los niveles de arsénico en el agua potable, de 78 a 90 partes por miles de millones (ppb, parts per billion), muy por encima del límite legal de 10 ppb. Eso ni siquiera llegó a las noticias. La EPA había encontrado problemas de arsénico también en 2019. Esta vez había fallado el pozo principal del parque. Las concentraciones de arsénico en el agua del pozo de reserva eran mayores y requirieron un tratamiento adicional.

Por ello, la EPA exigió al propietario del Oasis Mobile Home Park que suministrara a cada residente un galón de agua diario. El propietario comenzó a hacerlo y, tres días después, avisó que el alquiler de la vivienda aumentaría en US$100 mensuales.

Nicolás llegó a su límite. No tenía muchas opciones para mejorar su situación. Después de que Lesly Figueroa y un colega suyo del Leadership Counsel for Justice and Accountability (Consejo de Liderazgo para la Justicia y la Responsabilidad), una organización sin fines de lucro que se centra en las zonas rurales pobres de California, empezaran a reunirse con los residentes de Oasis, Nicolás firmó como peticionario principal de una demanda contra su casero, Scott Lawson, y la hija del mismo, Sabrina Lawson, en la cual alegaba una letanía de “condiciones de vida inseguras e insalubres”. (Scott Lawson falleció después de haberse presentado la demanda y Sabrina Lawson no ha respondido a la querella).

“Se puede pensar que el clima está loco, el tiempo se vuelve loco....”, mencionó. “Sí está feo vivir así. No aguantas. Como para los siguientes años yo creo que ya no resiste”.


Enfrente del Thermal Club —y sólo enfrente de ese lugar— se encuentra una acera preciosa, un río perfecto de cemento perfecto, ajardinado con buganvilias, que avienta destellos plateados por la luz. Esta acera no se conecta con nada. Nadie parece transitar en ella. Detrás tiene un muro de unos 18 pies de altura, y detrás de ese muro hay un santuario de 424 acres dedicado al combustible fósil: más de cinco millas de pista de carreras, doblada sobre sí misma como entrañas, en la que los extremadamente ricos corren con automóviles extremadamente caros; también hay 60 villas, que tienen un promedio de 8,000 pies cuadrados (743 metros cuadrados) y cuestan un promedio de US$4.5 millones de dólares; y un garaje con control climático llamado la Bóveda, donde los coches residen con mucha más comodidad que los residentes del Parque de Casas Móviles Oasis. El muro, según los permisos de construcción, está diseñado para apartar el ruido del motor de los coches de carreras como los McLaren y los Lamborghinis. Pero, al otro lado de la calle, frente al muro, existe un grupo de tráilers que se desecan como carroña. Y, ¿quién quiere ver algo así?

El Thermal Club se encuentra a menos de ocho kilómetros del Parque de Casas Móviles Oasis y es propiedad de Tim y Twanna Rogers, quienes, según los archivos públicos, también poseen una casa en una encantadora comunidad costera al sur de Los Ángeles. Cuando los Rogers comenzaron a construir el Thermal Club, en 2012, su empresa, Thermal Operating Company, LLC, solicitó una marca comercial para la frase “pavimento privado”. Ese no fue solamente uno de los puntos de venta, sino que el atractivo principal que sugiere que dentro de estos muros existe todo un mundo, con su propia infraestructura especial, sólo para el comprador. El Club se describe a sí mismo como “UNA COMUNIDAD PRIVADA FORMADA POR UN GRUPO SELECTO DE LOS SERES HUMANOS MÁS MOTIVADOS Y APASIONADOS DEL PLANETA”. (Escrito en mayúsculas por la misma empresa). Piscinas, un spa, abundante sombra, “profesionales de pie de pista” de primera categoría para “inspeccionar y garantizar que su experiencia sea impecable”, un restaurante con cócteles de autor y un “pastelero francés de la casa”. No estará realmente en Thermal, estará únicamente aquí.

Llamamos a Tim Rogers en repetidas ocasiones con la esperanza de hablar de la brecha climática y de Thermal en general. Le enviamos correos electrónicos varias veces. Nos pusimos en contacto con todos los que pudimos encontrar que trabajaran en el Thermal Club. No tuvimos suerte. Finalmente, un día Rogers contestó el teléfono y nos dijo amablemente, pero con mucha firmeza, que de ninguna manera hablaría con nosotros. (Más tarde, cuando nos pusimos en contacto con Rogers de nuevo con preguntas detalladas para comprobar los hechos de este artículo, nos respondió con una línea: “La información que tienen no es precisa”. Cuando le volvimos a escribir para pedirle que corrigiera esas inexactitudes, no respondió). Entonces, para asomarnos al interior del Thermal Club, uno de nosotros se inscribió en una clase de manejo (sabiendo, claro, que somos reporteros del clima). Eso nos llevó detrás de la muralla, pero no nos dio acceso al santuario interior del reino, el cual está protegido por otra puerta. Podemos informar que conducir en círculos a gran velocidad es divertido si no se piensa en absoluto en los costos externalizados. Además, cuando hace mucho calor, las llantas quedan destruidas si se les pide que hagan dos cosas difíciles a la vez, como girar y frenar.

Rogers, que tiene 68 años y parece que podría interpretar a un presidente de Estados Unidos en la televisión de los años 90, comentó a un periodista de Autocar en febrero de 2020 que él y Twanna habían construido este club porque “pertenecíamos a varios clubes de campo, y son bonitos, con un campo de golf a tu alrededor, bonitas casas y un interés común con la gente cercana. Pero en el Valle de Coachella tenemos quizás 125 de esos, y no todo el mundo juega golf”. En 2018 le dijo al periódico The Desert Sun que originalmente pensó que invertirían US$30 millones de dólares en el proyecto, pero que ya para ese entonces habían gastado US$150 millones.

Los Rogers hicieron su fortuna por vender gasolina a las tiendas 7-Eleven y fundar Tower Energy, una empresa privada que tiene su propia cadena de gasolineras y tiendas de conveniencia y que declara “más de US$5,000 millones de dólares en ingresos anuales”, según la página de LinkedIn de la empresa. La pareja tiene antecedentes de oponerse a los esfuerzos de California para reducir los gases de efecto invernadero, e incluso dieron una contribución de US$200,000 dólares de su empresa a favor de una medida electoral fallida de 2010 para suspender un objetivo de reducción de emisiones.

Para convertirse en socio del Thermal Club, es necesario pagar una cuota de socio de US$125,000 dólares (más las cuotas mensuales), aunque eso es solo el principio. También hay que comprar un terreno (este año se vendió un lote por US$1.7 millones de dólares) y luego construirse una villa en él. También se puede comprar una casa construida a la medida. Como se indica en el plan que rige la urbanización, casi todas estas villas no son viviendas principales. En cambio, son “unidades recreativas al lado del autódromo”, accesibles las 24 horas del día, los 7 días de la semana, pero, por definición, casas de vacaciones en las que nadie puede vivir legalmente a tiempo completo. Los videos promocionales son homenajes al exceso. Imagínese sí mismo y a su increíblemente rica e increíblemente guapa pareja entrando en su garaje de 10 coches, acariciando sus vehículos, mirándose significativamente el uno al otro, conduciendo su Porsche hasta la casa club para cenar, teniendo un sexo increíble (afortunadamente, esto sólo se insinúa en el video), despertando sin camiseta y poniéndose su traje a prueba de fuego para dirigirse a la pista, donde, después de conducir, un profesional le hablará de los puntos más finos de su rendimiento por debajo de una gloriosa sombra. (Sinceramente, no podemos hacerles justicia a los videos; debería verlos). En una entrevista reciente, Rogers señaló que un miembro del club compró recién dos lotes: espacio para construir una casa de 37,000 pies cuadrados (3,437 metros cuadrados) y otros dos lotes enfrente para evitar que otros le bloqueen la vista. La sección 43001 del Código de Salud y Seguridad de California exime a los “vehículos de carreras”" de las normas de emisiones. La sección 39048 define un vehículo de carreras como “un vehículo para competencias que no se utiliza en las carreteras públicas”. Bienvenidos al pavimento privado.

Se está trabajando en una especie de proyecto paralelo, el club de playa Thermal Beach Club, en el mismo gran terreno de Thermal conocido como Kohl Ranch. El Thermal Beach Club, al igual que el autódromo, permitirá a los socios “reinar sobre el agua en su paraíso privado”; o sea, no solo una carretera privada sino todo un ambiente personalizado. Esquemas de agua privados para crear un lago. Temperaturas privadas también: la laguna junto con el paisaje que se muestra en las fotos de la maqueta crearía un enfriamiento significativo, dicen los expertos. Este es uno de los cuatro parques de olas previstos en el Valle de Coachella. En la cercana ciudad de La Quinta, el legendario surfeador Kelly Slater espera construir el Kelly Slater Surf Resort en Coral Mountain, respaldado con dinero del hijo de Charles Schwab. La propiedad tenía aprobación anterior para ser un centro turístico de golf; pero, ¿quién quiere jugar al golf cuando la temperatura está a 120 grados Fahrenheit (49 °C)?

Al momento de salir del Thermal Club, uno se vuelve a enfrentar a los remolques desecantes, de nuevo a la carretera que no va a ningún lado, de nuevo a los campos donde los vecinos, que no son realmente vecinos, trabajan para alimentar a la nación desde algunas de las tierras de cultivo más calientes del planeta.

La gente pasa por ahí y luego se va a la costa o a algún otro lugar deseado. “En cierto modo, estamos viviendo el sueño”, dijo Twanna Rogers acerca de este mundo con contrafuertes que le fue describiendo a un miembro de la prensa automovilística mientras lo conducía por la pista para una entrevista en video en diciembre de 2017. “¿No estaría viviendo el sueño si tuviera todo esto?”.


La mejor definición de la brecha climática que hemos escuchado es la de Heather McTeer Toney, exalcaldesa de Greenville, Mississippi, en su testimonio a principios de este año ante el Comité Selecto de la Cámara de Representantes sobre la Crisis Climática. “Todos estamos en la tormenta, pero no vamos en el mismo barco”, dijo. “Algunos van en botes de remos y otros en yates. Algunos de nosotros estamos sentados en portaaviones, mientras que otros apenas flotan con un salvavidas”.

En todas partes, todos los días, en y alrededor de Thermal, esto se puede vislumbrar de manera evidente.

Los funcionarios elegidos para el distrito 4 del condado de Riverside, que abarca Thermal, no están ciegos ante la hendidura climática que tienen por delante. Steven Hernández, jefe de personal del supervisor de distrito Manuel Pérez, sostiene que gran parte de la situación es bastante deliberada. “En este valle sabemos que ciertas zonas se desarrollaron antes que otras a propósito. Se hizo con ese empeño”, dijo Hernández. La intención era mantener el valle del oeste brillante y elegante y el valle del este agrícola y barato, una comunidad dormitorio de bajo presupuesto para los trabajadores agrícolas y de servicio que se desplazan al oeste para cocinar, cultivar y limpiar.

En los últimos ocho años, el condado de Riverside sólo ha concedido permisos para el 4.2 % de las viviendas para personas de bajos ingresos que el estado de California determinó que debía construir, y para el 4.9 % de las viviendas de muy baja renta. Hernández culpa al ex gobernador Jerry Brown por haber puesto fin, en 2011, al programa de reurbanización de California, una fuente de financiación clave para este tipo de proyectos. “Quitaron la inversión para el agua. La inversión en alcantarillado. Dinero para establecer parques. Eso fue lo que pasó. Acabaron con todo. Lo sustituyeron por subvenciones competitivas a nivel estatal que se adaptan a las comunidades urbanas”. Estas subvenciones —algunas de las cuales proceden del dinero de sistemas de límites máximos y comercio (cap and trade)— tienden a fomentar una buena política climática: viviendas más densas en comunidades transitables con más vegetación urbana. Una parte de estas subvenciones se destina explícitamente a proyectos rurales que se enfocan en el clima. Aun así, han dejado a algunos funcionarios de comunidades rurales como Thermal, que ya carecían de infraestructuras y viviendas, afirmando que se sienten aún más presionados por los fondos que antes.

Esto se aúna a los antecedentes de negligencia. Nunca ha habido viviendas adecuadas para los trabajadores agrícolas, quienes, en promedio, ganan entre US$15,000 y $17,499 dólares al año. “En todo el estado, desde el condado de Kern hasta las comunidades de trabajadores agrícolas de la Costa Central, las comunidades de color y de bajos ingresos ocupan las primeras filas de la acelerada crisis climática”, dijo Neena Mohan, directora del programa de justicia climática de la Alianza de Justicia Ambiental de California. De los US$5,700 millones de dólares propuestos para la financiación de la resiliencia climática en el presupuesto estatal de California para 2021-22, la región de la Costa Norte (una de las regiones más blancas del estado) recibirá US$1,124 dólares per cápita en inversiones. Los desiertos del interior recibirán US$443 dólares per cápita; el valle de San Joaquín, US$199 dólares.

“La raza y el racismo son componentes ineludibles de lo que está ocurriendo; y, los problemas persistirán hasta que no se reconozcan y se aborden a nivel gubernamental”, dijo la concejal de Coachella, Megan Beaman Jacinto. Se han descuidado las comunidades pobres de color además de haberse relegado a los márgenes; en Thermal, eso ocurrió en parte porque el condado etiquetó a los residentes de las viejas casas móviles y de los parques de casas móviles por incumplimiento de los códigos; composturas que no podían arreglar por carecer de fondos. El patrón del condado de Riverside de multar con mayor frecuencia las casas móviles de familias latinas tuvo como resultado que, en el año 2000, HUD resolviera un caso de discriminación por medio de un acuerdo de US$21 millones de dólares, parte de los cuales se destinaron al condado para construir proyectos comunitarios y viviendas de bajos ingresos, y otros directamente a 24 familias de trabajadores agrícolas. El patrón para obligar el cumplimiento también llevó a los miembros de la tribu local de Torres Martínez a crear parques para estas casas móviles, carentes de permisos y no reparables, en tierras tribales donde el condado y el estado carecían de poder de ejecución. (La tribu no respondió a las solicitudes de comentarios). “El condado creó este problema y también tiene que resolverlo”, continuó Beaman Jacinto. “No se puede ignorar el hecho de que las comunidades que no reciben ninguna inversión —y que no tienen agua potable, y que no tienen infraestructura de alcantarillado, y que están viviendo en casas móviles inhabitables y en otras unidades de vivienda que no están permitidas— son comunidades no blancas”.

Consciente de que es poco probable que los promotores y los propietarios paguen las infraestructuras necesarias en las zonas más pobres y rurales del condado de Riverside, el Distrito del Agua del Valle de Coachella identificó las comunidades que disponían de pozos privados y creó un plan para empezar a conectarlas al agua potable. El mapa dista mucho de ser completo, ya que no incluye los numerosos parques no autorizados. Aun así, el distrito ni siquiera cuenta con los fondos para ejecutar este plan limitado. “Es bueno tener un concepto”, dijo Cástulo Estrada, el primer miembro latino de la junta directiva del Distrito del Agua del Valle de Coachella. Sin embargo, aunque esa dependencia haya conseguido US$15 millones de dólares en subvenciones, el distrito no puede utilizar los ingresos de los contribuyentes para financiar nuevas conexiones.

La reunión de la Junta de Supervisores del Condado de Riverside, en la que se votaría para aprobar o rechazar al Thermal Beach Club, en octubre de 2020, parecía una lucha por el alma de la ciudad. A mitad de la saga de 4 horas y 43 minutos, un representante del Thermal Beach Club, con un bonito traje negro, se levantó con un tsunami de material para exponer sus argumentos. Thermal Beach Club había acordado aumentar su donación a la ciudad de Thermal de US$1,000 a $2,300 dólares por unidad residencial vendida, lo que significa que donaría US$750,000 dólares a un fondo comunitario que podría utilizarse para las conexiones de agua. (Tras la aprobación del Thermal Club, los Rogers donaron un terreno en la cercana Coachella para un centro de salud y pusieron dinero en un fondo comunitario para que Thermal construyera un parque público). El Thermal Beach Club también prometió apoyar al extrañamente existente club de surf del colegio Desert Mirage High School. Además, dijo que estarían abiertos a modificar el plan específico del Rancho Kohl para proporcionar una contribución a la vivienda asequible que incluiría la donación de terrenos.

Sin embargo, cuando Pérez, el supervisor del distrito, abrió la audiencia a los testimonios de la comunidad, empezaron a volar las andanadas por la brecha climática. Desde los que tienen hasta los que no tienen, el argumento a favor de la aprobación del Thermal Beach Club se resume en: necesitan nuestro dinero. Un ex alcalde de Coachella, que tuvo cuatro mandatos, se levantó y leyó una lista de organismos del condado y de los beneficios que obtendría cada uno de ellos si se construyera el club.

Desde los que tienen hasta los que no tienen, el argumento fue: no queremos que los ricos nos rescaten. Queremos importarnos a nosotros mismos.

“Con el Thermal Beach Club, se podría añadir otro lugar al que nuestra gente no puede acceder”, dijo un joven, leyendo un mensaje de su tío. Su familia ha vivido aquí durante generaciones y había escuchado esta historia antes. “Nuestra gente trabaja en hospitales donde no pueden permitirse ser tratados. Trabajan en restaurantes que ellos mismos no pueden costear. Trabajan en hoteles donde no pueden quedarse por no poder pagarlos. Luego se nos convence de que habrá mejores empleos y mayores sueldos cuando sabemos que una y otra vez, estas promesas y estas posibilidades nunca llegan a materializarse”. Los que no tienen nada también expresaron su preocupación por el aburguesamiento: las urbanizaciones para los más ricos continúan su marcha de oeste a este, empujando a la comunidad que vive allí a tiempo completo cada vez más lejos de la infraestructura, incluidos los hospitales, y más cerca del polvo tóxico en la zona de Salton Sea.

El primer paso para reducir la brecha climática en este caso es insensatamente sencillo y esquivo. Hace unos años, “Lift to Rise”, una organización sin fines de lucro fundada en 2018 para hacer frente a las abrumadoras fuerzas alineadas contra los pobres en el Valle de Coachella, se asoció con un proyecto del Centro de Innovación Social de la USC Price para recopilar y mapear datos demográficos para que los funcionarios del gobierno y otros pudieran crear una mejor política. ¿Qué se necesita en Thermal? Mejores viviendas, por supuesto, pero a un nivel aún más básico, los residentes del este del Valle de Coachella necesitan más dinero. De otra forma, no existe posibilidad de que funcionen las cuentas. “Pagarle más a la gente”: ese es el primer mensaje de la directora general de Lift to Rise, Heather Vaikona, para los más ricos de la región. “Toda persona que viva aquí debe reconocer las formas en que se benefician de la mano de obra que no recibe suficiente sueldo”.

Mientras tanto, por supuesto, los productores se sienten presionados por la competencia de México, donde los costos laborales son mucho más bajos. “¿Está dispuesta la gente a pagar más por la comida? No lo están”, dijo Rachael Johnson, directora ejecutiva de la Oficina Agrícola del Condado de Riverside. “¿Cómo van a pagarle más a sus trabajadores si la gente no está dispuesta a pagar más en las tiendas de comestibles?”.

Poco antes de la votación sobre el Thermal Beach Club, el supervisor Kevin Jeffries, del primer distrito de Riverside que incluye varias comunidades rurales de bajos ingresos en el extremo occidental del condado, se dirigió a Pérez y a la sala. Había escuchado a los que no tienen nada, y se podía oír en su voz que simpatizaba con los que habían testificado sobre la indignidad fundamental que consideraban inherente al hecho de que el condado aprobara un parque de surf mientras no proporcionaba la infraestructura básica para los más necesitados. Sin embargo, sabía que no existía otra mejor manera. “Tengo tres o cuatro, quizá cinco comunidades desfavorecidas no incorporadas” en mi distrito, dijo. “Yo vivo en una de ellas. ... Realmente estamos luchando con la infraestructura”. Sabía que la verdadera carga recaía enteramente sobre los hombros del gobierno, no del sector privado. Es nuestro problema, y el gobierno del condado sencillamente no tiene el flujo de los ingresos”. En su opinión, la única manera de financiar esas infraestructuras era permitir el desarrollo privado.

“No es bonito”, dijo Jeffries. “Pero tengo que decirle ahora mismo, ... lo aceptaría en un santiamén para ayudar a pavimentar algunas calles, colocar algunas líneas de agua, algunas líneas de alcantarillado, porque no las tenemos en partes de la comunidad ... y no hay ninguna a la vista”.

La Junta de Supervisores del Condado de Riverside votó para aprobar el Thermal Beach Club, 5-0.


Entonces, ¿cómo podemos solucionar la brecha climática en este panorama, en esta distancia tan amplia?

El alcance de esta cuestión desorienta incluso a los expertos en la materia. “¿Además de reorganizar todo nuestro sistema?”, preguntó Mijin Cha, profesora adjunta de política urbana y medioambiental en el Occidental College.

“Para mí, el clima tiene que ver con la ecología, ¿no?”, dijo De Lara, el profesor especializado en geografía. “El acceso al agua en el este del Valle de Coachella no puede separarse del desarrollo y no puede separarse de las cuestiones de crecimiento y del derecho al agua limpia y potable”.

Para Nicolás, nada de esto es un tema abstracto. Aún seguía decidido a mejorar las condiciones de vida de su familia.

Mientras avanzaba con la demanda contra su casero, volvió a solicitar una nueva casa móvil con subvención pública en un parque de Thermal llamado Mountain View Estates. Ese complejo fue construido por el condado de Riverside en asociación con un promotor privado en respuesta a una demanda presentada en 2007 sobre Duroville, el parque de casas móviles en el que Nicolás vivía con su hermano cuando llegó a California. Mountain View Estates estaba pavimentado y tenía riego, según los planos permitidos, y la electricidad de las unidades tenía los contadores adecuados; inclusive, las propias unidades eran nuevas y tenían aire acondicionado central, para mantenerlas frescas de forma eficiente.

El 25 de marzo de 2021, el condado llamó: había por fin aprobado a Nicolás.

¿Tenía que ver con la demanda? ¿Con los periodistas que lo visitaron en su sala? ¿Importaba?

Cuando Nicolás le contó a Bautista lo de la nueva casa móvil, ella se limitó a repetir dos veces el número de su nueva unidad: “228, 228” y se permitió una pequeña sonrisa.

“¿Es todo?”, preguntó Nicolás.

“Es todo”, dijo Bautista. Lleva demasiado tiempo viviendo aquí como para bajar la guardia tan pronto.

En los meses siguientes, otros residentes de Oasis Mobile Home Park recibieron buenas noticias: los residentes locales, los defensores y un asambleísta presionaron con éxito a la legislatura de California para que asignara US$30 millones de dólares del presupuesto estatal de 2021-22 para su reubicación.

Se trata de una victoria, aunque probablemente se necesiten años para llevarla a cabo, y la brecha sigue siendo grande. Se acercaba el verano, con días de 117 grados Fahrenheit (47 °C) que Nicolás pasaba doblado por la cintura, recogiendo pimientos en el campo. Los amigos de Oasis Mobile Home Park enviaron a sus hijos a dormir la siesta en la sala de Nicolás. El clima no era mejor en Mountain View Estates, pero las defensas humanas sí lo eran. ¿Cuánto tiempo bastaría con las protecciones de su nuevo hogar? Nicolás sabía que el contador estaba en marcha. La solución que había encontrado para su familia no era nada comparada con la Bóveda donde se guardan los coches del autódromo del Thermal Club.

Correction

Agosto 18, 2021: Una versión anterior de este artículo señalaba de forma incorrecta la ubicación de la comunidad indígena purépecha. Se encuentra en Michoacán, no en las afueras del estado.

Mollie Simon contribuyó a este reportaje.

Traducción: Mati Vargas-Gibson

Corrección de estilo: Deya Jordá Nolan