Carbon monoxide deaths predictably follow every major weather-related power outage. Experts say these fatalities are preventable. ProPublica, The Texas Tribune and NBC News investigate.

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Este artículo ha sido publicado conjuntamente con The Texas Tribune, una redacción local sin fines de lucro e imparcial que informa y se compromete con los texanos. Inscríbase a The Brief Weekly para ponerse al día con su cobertura esencial sobre temas de Texas.

También ha sido producido en colaboración con NBC News.

Tres días después de que el Huracán Ida azotara la costa de Louisiana el 29 de agosto, derribando casas y causando apagones, Craig Curley padre avanzó por los pasillos llenos de gente en un Home Depot hasta llegar a los generadores portátiles.

Curley, de 50 años, compró una de las últimas unidades disponibles, un Briggs & Stratton de 6,250 vatios, y lo llevó a la casa de su ex-esposa, Demetrice Johnson, en Jefferson Parish.

Intentó por última vez persuadir a Johnson, de 54 años, para que llevara a los hijos de la pareja a quedarse con parientes en Houston, porque las autoridades habían avisado que podrían pasar semanas antes de que la electricidad fuera restaurada en toda la región. Pero ella fue firme: con un generador para hacer funcionar sus aparatos domésticos, se sentía segura quedándose en casa.

Aquella tarde, Curley ayudó a instalar la máquina en el pequeño patio trasero de Johnson. Encendió el motor y se aseguró de que el aire acondicionado estaba funcionando. Le enseñó a su hijo adolescente cómo reencenderlo, y se fue a casa.

“Si hubiera sabido entonces lo que sé ahora,” dijo Curley, “Nunca habría comprado aquella maldita cosa.”

A la mañana siguiente, su ex-esposa y sus hijos, Craig Curley Junior, de 17 años, y Dasjonay Curley, de 23, estaban muertos, envenenados por el monóxido de carbono emitido por el tubo de escape del generador, que, según oficiales del cuerpo de bomberos, probablemente entró a la casa por la puerta trasera.

Los generadores portátiles pueden salvar vidas después de tormentas severas, ayudando a mantener equipos médicos, calentadores y refrigeradores encendidos cuando la red colapsa. Pero aquellas personas que con desesperación intentan mantener a sus familias seguras, también pueden terminar envenenándolas sin querer.

Las máquinas pueden emitir tanto monóxido de carbono como 450 coches, según datos federales. Matan a un promedio de 70 personas en los EEUU cada año y lesionan a miles más, lo que los convierte en uno de los productos de consumo más peligrosos en el mercado.

Con forme el cambio climático y la infraestructura envejecida de la nación se combinan para causar temporales cada vez peores y apagones cada vez más largos, los expertos advierten de que más personas están usando generadores portátiles cada año, un fenómeno que beneficia las ganancias de los fabricantes mientras pone en riesgo a más gente.

Al menos seis personas murieron por monóxido de carbono después del Huracán Ida. Todas las muertes, incluidas las de la familia de Curley, están conectadas a generadores portátiles, según el Departamento de Salud de Louisiana. Las máquinas también fueron responsables por la muerte de al menos diez personas en febrero cuando una enorme tempestad invernal cortó la electricidad en gran parte de Texas, causando más de la mitad de las muertes por monóxido de carbono reportadas a causa de la tormenta, de acuerdo a las investigaciones de médicos forenses e informes sobre incidentes. Y las advertencias sobre la amenaza que representan los generadores surgieron de nuevo recientemente después de que varios tornados dejaran a cientos de miles de personas sin electricidad en Kentucky y estados vecinos.

El gobierno identificó el peligro de los generadores portátiles hace más de dos décadas. Pero las regulaciones que obligarían a las empresas a reducir las emisiones de monóxido de carbono de los generadores y hacer a las máquinas más seguras han sido bloqueadas bajo un proceso legislativo que da a los fabricantes el poder de regularse a sí mismos, dijeron antiguos oficiales gubernamentales y defensores del consumidor. Lo que ha limitado las mejoras en la seguridad y ha permitido que las muertes continúen, según han determinado ProPublica, Texas Tribune y NBC News.

La industria de los generadores se ha resistido a los intentos de la Comisión para la Seguridad de los Productos de Consumo (CPSC por sus siglas en inglés) de obligar a que las máquinas emitan menos monóxido de carbono. Como alternativa, en el 2018, la industria propuso una forma voluntaria más barata para mejorar la seguridad. La propuesta era que los fabricantes instalaran sensores de monóxido de carbono que apaguen automáticamente los motores en un espacio cerrado cuando se detectan niveles altos del gas, que es incoloro e inodoro. Tres años más tarde, no todos los fabricantes han hecho el cambio, y los defensores de la seguridad dicen que los interruptores se quedan cortos para proteger a los consumidores.

“El proceso ha sido manipulado y frenado y dilatado a merced de las ganancias,” dijo Elliot Kaye, un antiguo director de la CPSC quien lideró un intento frustrado para exigir generadores más seguros. “Y el costo de esto fueron vidas perdidas.”

El peligro sostenido que representan los generadores portátiles es parte de un fracaso más extenso en todos los niveles del gobierno para proteger a las personas del monóxido de carbono, según las conclusiones de una investigación llevada a cabo durante un año por ProPublica, The Texas Tribune y NBC News. Aunque son evitables, las muertes por monóxido de carbono siguen sucediendo de forma predecible después de cada gran tempestad y apagón eléctrico, dicen los expertos. Un mosaico de políticas laxas y brechas de seguridad dejan a los residentes vulnerables a este peligro invisible. Muchos estados y gobiernos locales no requieren detectores de monóxido de carbono en cada hogar, y los departamentos de urgencias a veces están mal equipados para responder a esos envenenamientos, según han concluido los medios de noticias.

La inacción sostenida por los legisladores de Texas sobre una propuesta de ley que habría exigido tener detectores de CO en los hogares, contribuyó en febrero a lo que los expertos describen como el peor desastre por envenenamiento con monóxido de carbono en la historia reciente de los Estados Unidos. Más de 1,400 personas requirieron tratamiento en hospitales y al menos 17 murieron en todo el estado después de ser intoxicados por el gas.

Aunque las calderas defectuosas y otros aparatos que funcionan a base de gas pueden también causar intoxicaciones por monóxido de carbono, ningún producto de consumo estudiado por la CPSC ha causado más muertes por el gas que los generadores portátiles. La agencia ha documentado aproximadamente 1,300 muertes por generadores durante las últimas dos décadas, y más recientemente ha determinado que la parte más grande de esos decesos ocurre durante apagones causados por el mal tiempo. La CPSC dijo que este número de muertes es un estimado insuficiente, porque no hay una obligación legal completa de dar parte de las muertes y los lesionados a la agencia.

Alex Hoehn-Saric, recién designado jefe de la CPSC, dijo que proteger a los usuarios de generadores contra el monóxido de carbono es una prioridad de la agencia. En una entrevista, dijo que no puede comentar sobre lo sucedido antes de su llegada en octubre, pero que está decepcionado de que el proceso haya tardado tanto tiempo.

“Solo puedo decir que, ahora que estoy aquí, vamos a priorizar esto y asegurarnos de llegar rápidamente a la siguiente fase,” dijo Hoehn-Saric, y señaló que la agencia está estudiando la eficacia de las medidas voluntarias tomadas por la industria.

Los representantes de la industria de generadores rechazan la idea de que los productos son inseguros, sobre todo cuando la gente sigue las instrucciones del manual de uso de los fabricantes. Las máquinas sólo deben de operarse en el exterior, por lo menos a veinte pies de los hogares, con el tubo de escape apuntando hacia el lado opuesto a las ventanas y puertas, según la CPSC.

Edward Krenik, un lobista que representa a la Asociación de Fabricantes de Generadores Portátiles, un grupo comercial, dijo que incluso cuando los usuarios no siguen las instrucciones, las medidas voluntarias tomadas por la industria para mejorar la seguridad en años recientes eliminarán el riesgo de muerte en la mayoría de los casos a medida que los productos mejorados vayan apareciendo en el mercado.

Krenik estimó que alrededor del 60% de los nuevos generadores portátiles están equipados con sensores que los apagan cuando el monóxido de carbono alcanza niveles peligrosos. La industria también ha financiado campañas de concienciación para educar al público sobre cómo operar de una forma segura las máquinas, que normalmente cuestan entre 500 y 1,500 dólares.

“Habría que elogiar a la industria por lo que ha hecho,” dijo Krenik, y añadió que los esfuerzos de la industria van a permitir que los funcionarios gubernamentales “dediquen su tiempo y energía y dinero a otros asuntos más serios.”

El Dr. Fred Henretig, un toxicólogo de alto rango en el Children’s Hospital de Filadelfia, a través de los años ha tratado a muchos pacientes que resultaron intoxicados en accidentes con generadores después de desastres naturales. No cree que los cambios voluntarios hechos por algunos fabricantes sean suficientes para evitar muertes en el futuro.

“Pocos de ellos han hecho la única cosa que creemos que es realmente el paso crucial, que es cambiar el diseño de los generadores para que emitan mucho menos monóxido de carbono,” Henretig dijo de los fabricantes de generadores. “Así que siguen bombeando más y más monóxido de carbono, y continúa ocurriendo.”

“La única cosa que faltaba era la voluntad”

La Comisión para la Seguridad de los Productos de Consumo, creada por el Congreso en 1972, se encarga de garantizar la seguridad de casi cada producto que usan los estadounidenses, desde las cafeteras a los fuegos artificiales. Con un presupuesto anual de $135 millones y aproximadamente 540 empleados federales, la agencia es minúscula comparada con muchas de las industrias que supervisa y que facturan miles de millones de dólares.

La agencia también está limitada por las restricciones impuestas sobre ella hace 40 años durante la administración Reagan. La CPSC apenas sobrevivió a un intento por abolir la agencia en 1981 por parte de miembros del partido republicano opuestos a las regulaciones. En un acuerdo entre los dos partidos, el Congreso modificó la Ley para la Seguridad de los Productos de Consumo para obligar a la agencia a considerar medidas de seguridad voluntarias —con frecuencia propuestas por las industrias que la agencia regula— antes de imponer reglas federales.

Las consecuencias de esta decisión política se pueden ver en una pelea, que ha durado décadas, para hacer más seguros los generadores portátiles. Durante sus años como jefe de la CPSC bajo la administración Obama, Kaye dijo que los generadores portátiles aparecían de forma rutinaria en los informes diarios de la agencia sobre muertes conectadas a productos.

“Lo encontré repugnante,” dijo Kaye. “Es un riesgo letal que acecha sigilosamente a la gente y les ataca en momentos muy vulnerables cuando están bajo mucho estrés y la necesidad de electricidad es urgente.”

La CPSC pasó años estudiando las formas de reducir las muertes causadas por generadores portátiles. Empezó en el 2002 cuando la agencia contactó a una empresa privada para ver si podía desarrollar generadores más seguros que emitieran menos monóxido de carbono. Pero durante los siguientes 15 años, la agencia nunca fue más allá de obligar a los fabricantes a añadir una etiqueta que advierte que usar un generador en interiores “PUEDE MATARLE EN MINUTOS”—una medida que no se tradujo en menos muertes.

En el 2012, la CPSC logró un avance cuando ingenieros en la Universidad de Alabama contratados por la agencia modificaron un generador portátil con tecnología actualizada — incluyeron un sistema electrónico de inyección de combustible más eficiente — para crear un prototipo que emitiera un 90% menos monóxido de carbono. Los líderes de la industria se mofaron de la idea, aseverando que las reformas eran demasiado costosas y que el prototipo no era fiable.

Pero, en 2016, un fabricante probó que era posible. Techtronic Industries, que fabrica generadores para la marca Ryobi, presentó un nuevo modelo que incorporaba el sistema de reducción de CO de la Universidad de Alabama.

Ese mismo año, un mes antes de la elección presidencial, bajo el liderazgo de Kaye, los cinco miembros que supervisan la CPSC votaron 4 a 1 a favor de proponer una normativa de seguridad obligatoria para exigir a los fabricantes de generadores a seguir el ejemplo de Techtronic y reducir emisiones de CO de forma significativa. La agencia estimó que el cambio iba a reducir en un tercio las muertes y las lesiones.

“Hay una solución de diseño,” dijo Kaye, que desde entonces ha dejado la agencia y ahora es vicepresidente de un grupo sin fines de lucro que suministra comidas después de desastres naturales. “La única cosa que faltaba era la voluntad.”

Pero tan pronto como la CPSC emitió un aviso formal, un paso importante pero no final para lograr normas de seguridad obligatorias, líderes de la industria de generadores notificaron a la agencia que estaban trabajando en sus propios criterios voluntarios para reducir el riesgo de muertes por CO. Bajo los estatutos federales, la comisión no podía imponer sus normas de seguridad obligatorias hasta primero estudiar la eficacia de la propuesta voluntaria de la industria—un proceso que dura años.

Y después de que el presidente Donald Trump tomó posesión de su cargo en 2017, la industria ganó una aliada en un puesto importante. Trump nominó, para reemplazar a Kaye, a Ann Marie Buerkle como directora de la comisión, la única comisionada de la CPSC que había votado en contra de las normas de seguridad obligatorias para generadores.

En una de sus primeras acciones, como ProPublica informó en aquel entonces, Buerkle envió una carta a la Agencia de Protección Medioambiental (EPA por sus siglas en inglés) diciendo que la CPSC no tenía la autoridad legal para hacer un reglamento sobre las emisiones de monóxido de carbono, y propuso a una antigua oficial de la industria para ser su consejera legal. Buerkle adoptó la perspectiva de la industria, insistiendo que las normas voluntarias eran “la mejor forma para avanzar.”

“Son rápidas de completar,” Buerkle dijo a ProPublica en 2017. “La implementación es mucho más eficiente. Y hay más compromiso por parte de los involucrados.”

Buerkle, contactada por correo electrónico, no hizo comentarios para este reportaje.

Al final, bajo su liderazgo, la CPSC suspendió la normativa obligatoria. Al mismo tiempo, dos tipos de normas de seguridad voluntarias se introdujeron en el mercado de generadores portátiles en el 2018. Una fue preparada por la Asociación de Fabricantes de Generadores Portátiles, que desde el 2016 ha gastado más de un millón de dólares para presionar al gobierno, según archivos federales. Bajo esta norma, que es la preferida por la mayoría de los productores importantes de generadores, los fabricantes pueden escoger la opción de equipar las máquinas con interruptores contra el CO—un arreglo menos costoso que reformar los motores para reducir emisiones.

Otra medida voluntaria más exigente fue desarrollada por UL, una empresa privada de certificación de productos, incluye interruptores y motores de bajas emisiones. Los defensores de la seguridad dicen que este es el mejor planteamiento para evitar las muertes pero, hasta la fecha, las únicas empresas que han adoptado las normas más estrictas en algunos modelos son Echo y Ryobi. Estos generadores, según defensores del consumidor, tienen un costo similar al de muchas otras marcas que aún no han hecho el cambio a motores que emiten menos CO.

La CPSC ha pasado los últimos tres años estudiando si las medidas voluntarias son suficientes para proteger a los usuarios de generadores. Tiene hasta septiembre de 2023 como fecha límite para emitir su análisis final.

Brechas mortales

Curley no estaba pensando en el riesgo del monóxido de carbono cuando fue a Home Depot en busca de un generador portátil después del Huracán Ida. La marca que escogió, Briggs & Stratton, es uno de los fabricantes de generadores más grandes del mundo y una de las empresas que desde el 2018 aceptaron añadir un interruptor contra el CO a algunos de sus generadores.

Pero tres años más tarde, ciertos modelos Briggs & Stratton a la venta todavía no tienen la tecnología. La empresa no respondió a varios correos electrónicos solicitando comentario.

Curley no sabe si el generador que compró tenía un interruptor de monóxido de carbono o si este habría hecho una diferencia.

“Aquí está la cosa, si voy a una tienda y compro un generador, debería ser seguro,” dijo Curley. “No tendría que estar preguntándome si podría matarme o no.”

Sin una normativa uniforme para las máquinas, las mejoras en la seguridad pueden tener un costo adicional, a veces dejando a los consumidores con la opción de escoger entre el precio y la seguridad. Por ejemplo, Generac, un fabricante líder de generadores, ofrece múltiples versiones de su serie de 8,500 vatios. Los consumidores pueden comprar uno sin mejoras de seguridad por $1,069, o pagar $110 más por uno que viene con un interruptor de CO y un cable de extensión de 25 pies que facilita a los usuarios operar el aparato a una distancia más segura desde sus casas. Además, los modelos de generador más económicos que se venden en algunas tiendas importantes no tienen mejoras en las condiciones de seguridad, lo que pone en mayor riesgo a los compradores con un presupuesto limitado.

Fabricantes de generadores que han equipado sus productos con interruptores de CO reiteran en declaraciones temerarias la eficacia de la tecnología. Los interruptores, dicen, pueden evitar el 99% de las muertes por monóxido de carbono causadas por generadores.

Pero defensores de la seguridad y expertos independientes que hacen pruebas de productos cuestionan esta afirmación.

Consumer Reports, un grupo sin fines de lucro, hizo pruebas sobre cinco generadores con sensores automáticos que apagan las máquinas y determinó que, aunque los interruptores funcionan cuando los usuarios colocan erróneamente las máquinas dentro de sus hogares, todavía había “brechas potencialmente mortales.” Sobre todo, el grupo concluyó que los sensores no pueden detectar altos niveles de CO acumulándose dentro de un hogar cuando un generador se instala fuera del espacio habitable pero demasiado cerca de las puertas o ventanas —un error común que hacen los usuarios después de desastres.

Los defensores de la seguridad dicen que no siempre es fácil o incluso no es posible para los consumidores seguir las instrucciones de operación de los generadores. En algunos vecindarios, como en el que vivía la ex-esposa de Curley, los patios no son lo suficientemente grandes para colocar las máquinas a una distancia segura de los hogares. Además la mayoría de los modelos de generadores no están diseñados para operar en caso de lluvia o nieve, lo que lleva a que algunos usuarios los pongan dentro de cocheras conectadas a la casa o debajo de terrazas cubiertas.

Sumando al reto, los manuales de usuarios frecuentemente dan indicaciones vagas o incoherentes. Algunos fabricantes instan a los usuarios a mantener los generadores a 5 pies de distancia de ventanas o puertas, mucho más cerca que el mínimo de 20 pies recomendado por la CPSC. Otros manuales de generador dicen sencillamente que hay que mantener las máquinas “lejos” de los hogares, dejándole a los usuarios la decisión de qué tan cerca es demasiado cerca.

Por estas razones, Consumer Reports y otros defensores de la seguridad insisten en que una normativa obligatoria exigiendo a los fabricantes que equipen los generadores con interruptores y también con bajas emisiones es la mejor manera de reducir aún más el riesgo.

“Tenemos que hacer ambas cosas,” dijo William Wallace, el gerente de política de seguridad de Consumer Reports. “Y necesitamos una normativa obligatoria para asegurar que la CPSC, nuestra agencia de vigilancia gubernamental, tenga el poder para tomar acciones y exigir responsabilidades a las empresas cuando no están haciendo lo que se requiere de ellos.”

Representantes de la industria de generadores sostienen que ellos ya han resuelto el problema de seguridad que la CPSC tenía la encomienda de arreglar. Dicen que “las normas voluntarias en realidad no son voluntarias” porque algunos de los principales almacenes, entre ellos Home Depot, empezaron a adoptarlas, lo que presiona a los fabricantes para que sigan las reglas.

En una declaración escrita, un portavoz de Home Depot confirmó que, empezando en enero, sus tiendas solo van a encargar nuevos generadores portátiles con interruptores de CO, aunque la empresa va a seguir vendiendo las máquinas sin la tecnología que quedan en su inventario.

“Es la industria la que tiene el verdadero conocimiento, no el gobierno,” dijo Joseph Harding, director técnico de la Asociación de Fabricantes de Generadores Portátiles, el grupo comercial que desarrolló la normativa voluntaria para interruptores.

Harding dijo que el grupo llevó a cabo “una cantidad increíble de pruebas en el mundo real” antes de determinar que los interruptores automáticos – en lugar de la reducción de emisiones de CO– eran la mejor forma de proteger a los consumidores. Repitió el argumento de que la tecnología “evitaría el 99% de todas las muertes en adelante” pero no facilitó los datos sobre los que la industria se apoyó para llegar a esta conclusión.

En los cuatro años desde que la comisión de seguridad propuso, pero no implementó, normas de seguridad obligatorias, más de 300 personas murieron por intoxicación con monóxido de carbono causado por generadores, según un análisis de datos de la CPSC. Aunque no hay forma de saber cuántos de estos accidentes podrían haberse evitado con normas federales más estrictas, debido, en parte, a que la industria estima que hay de 10 a 15 millones de generadores portátiles ya en circulación en los Estados Unidos, muchos de los cuales fueron comprados antes de los cambios voluntarios.

Incluso si el gobierno emitiera reglas obligatorias, oficiales de la industria han dicho que tardará más de 20 años en que los generadores sin las modificaciones de seguridad dejen de ser ampliamente utilizados.

A raíz de las muertes de alto perfil causadas por generadores en sus estados, algunos miembros del Congreso se han cansado de esperar.

Este año, el representante Bobby Rush, un demócrata de Illinois, y el senador Bill Cassidy, un republicano de Louisiana, han presentado, cada uno, propuestas de ley para forzar a la CPSC a avanzar con una normativa obligatoria.

La propuesta bipartidista de Rush obligaría a la comisión a establecer una normativa interina de seguridad para generadores antes de seis meses que forzaría a los fabricantes tanto a bajar emisiones de CO como a equipar las máquinas con interruptores, mientras la legislación de Cassidy permite cualquiera de los dos criterios.

Una portavoz de la oficina de Rush emitió un comunicado diciendo que la propuesta legislativa, que no avanzó cuando el congresista la presentó inicialmente en 2020, era un intento de evadir el proceso “lento y enrevesado” del CPSC aprobado por el Congreso hace décadas. Dijo que el congresista apoya “reformar y fortalecer” la agencia para darle más poder para proteger a los consumidores.

“Las muertes causadas por intoxicación con monóxido de carbono de generadores portátiles son demasiado comunes y especialmente trágicas dado que podrían ser evitadas con regulaciones federales apropiadas,” dijo Rush en un comunicado. “El hecho de que en este momento no hay una norma federal para generadores es totalmente inaceptable.”

Tempestades mayores, peligros mayores, ganancias mayores

En febrero, cinco años después de que la CPSC fracasara en su intento de imponer normas de seguridad obligatorias para generadores, una enorme tempestad invernalse extendió por Texas y desbordó la red de electricidad del estado, causando que la gente saliera en una lucha desesperada por encontrar una forma de calentar sus hogares.

Sheletta Brundige, una comediante y personalidad de los medios que ahora vive cerca de Minneapolis, sabía lo que eso significaba: “La gente iba a meter los generadores dentro de sus garajes o dentro de sus casas y se iban a envenenar,” dijo.

Lo había visto ocurrir antes.

Alrededor de cinco meses atrás, en septiembre del 2020, el huracán Laura —otra poderosa tormenta— cortó la electricidad en Louisiana. Cinco de sus familiares que vivían en Lake Charles murieron a causa del monóxido de carbono después de dejar encendido un generador en un garaje conectado a la casa. No tenían alarmas de CO en su hogar.

“¿De qué hablas, ‘intoxicación por monóxido de carbono’?” Brundige recuerda preguntarle a su madre, quien llamó al día siguiente con la noticia. “No sabía que un generador podía matarte, eliminar a una familia entera de la noche a la mañana.”

Mientras veía escenas parecidas ocurrir en Texas, Brundige sintió la necesidad urgente de compartir lo que había aprendido. Contactó a medios locales en Houston y usó la historia de su familia para advertir de los peligros de los generadores y el monóxido de carbono. En el transcurso de la semana, Brundidge envió a Texas 500 alarmas de monóxido de carbono donadas por residentes en Minnesota.

“Sentí qué si podía hacer correr la voz y explicarle a la gente sobre el peligro, eso podría salvar vidas,” Brundige dijo.

A pesar de las advertencias —de Brundige y de funcionarios de salud pública en todo el estado— decenas de personas se intoxicaron. Entre las 10 personas que murieron por generadores portátiles, tres fueron encontradas en una casa de Nacogdoches después de que el escape de un generador que dejaron encendido en el porche fundió un agujero en la pared y llenó la residencia de monóxido de carbono. En Houston, un padre y una hija murieron mientras dormían después de poner en marcha un generador portátil prestado dentro del garaje conectado a su casa durante solo 30 minutos, según informes policiales y llamadas al 911.

Y en el norte de Texas, una mujer llamó al 911 al volver a casa y encontrar a su suegro desplomado en un sillón reclinable, casi sin respirar, y su marido de 58 años inconsciente en el piso.

“Por favor, dense prisa, tengo dos hombres que se desmayaron,” dijo al operador de urgencias, según una grabación de la llamada al 911. “No respiran.”

“¿Cree que posiblemente es monóxido de carbono?” preguntó el operador.

“Creo que sí,” sollozó la mujer en respuesta. “No me hagas esto,” le dijo a su marido.

Al poco tiempo de llegar los paramédicos, el marido fue declarado muerto, envenenado por el generador que había comprado aquella mañana e instalado en un patio cerrado, extendiendo una conexión por una puerta corrediza entreabierta. Su suegro fue trasladado a un hospital. Un informe de la policía de Wichita Falls no indica la marca o modelo del aparato o si tenía un sensor de CO o un motor de baja emisión.

La mujer, contactada por teléfono, declinó una petición de entrevista.

Más tempestades extremas y apagones más largos como la tormenta de invierno de Texas tienen a los defensores de la seguridad pronosticando más accidentes mortales por CO – y a la industria de generadores anticipando mayores ganancias.

Datos de la Administración Oceánica y Atmosférica Nacional muestran que el número de casos meteorológicos extremos —aquellos que causan al menos mil millones de dólares en daños—han crecido de tres en 1980 a un pico histórico de 22 el año pasado. Hasta principios de octubre, el 2021 está en camino de establecer un récord, según los datos más recientes, con 18 desastres, incluyendo 11 que afectaron a Texas.

En un informe de noviembre a inversores, Generac Power Systems citó el cambio de actitud hacia el calentamiento global y el cambio climático entre las “mega-tendencias clave” que sigue la compañía, y resaltó específicamente los apagones relacionados con incendios forestales en California y el temporal invernal en Texas como generadores de un aumento de ventas. En 2018, Aaron Jagdfeld, el presidente ejecutivo de Generac, dijo a analistas durante varias llamadas sobre ganancias que un gran apagón puede incrementar las ventas de la empresa en unos 50 millones de dólares.

Tami Kou, una portavoz de la empresa, dijo que los productos de Generac ayudan a la gente a “proteger a sus familias y sus casas” durante desastres. Además defendió los esfuerzos de la industria para proteger a los consumidores contra la intoxicación por inhalación de monóxido de carbono al añadir de forma voluntaria sensores e interruptores de CO a muchas de sus máquinas. En comentarios a la CPSC, oficiales de la compañía han dicho que requerir que los generadores emitan menos CO y que también tengan interruptores “solo iba a exacerbar aún más la carga sobre los fabricantes, añadir costos innecesarios, y no iba a proporcionar un aumento significativo en beneficios comparado al planteamiento de solo el interruptor.”

En 2023, Kou dijo, el cien por cien de los generadores portátiles que venda Generac estarán equipados con sensores e interruptores. Añadió que “el método más eficaz para reducir el envenenamiento no intencional por CO es que los consumidores operen de manera correcta el generador portátil siguiendo las instrucciones del fabricante.”

Brundidge cree que hay una forma aún más eficaz de salvar vidas.

“Podríamos solucionar el problema de raíz, sabes, y hacer algo para que el producto sea seguro para el consumidor,” dijo Brundidge de los fabricantes de generadores. “Pero tiene que importarles más la gente que el dinero que generan.”

Un generador nuevo, recién salido de la caja

La mañana después de comprar el generador para su ex-esposa, Curley se acercó a la casa para ver cómo estaban ella y sus hijos. Temprano aquella mañana, alrededor de las 2 de la madrugada, su hijo adolescente le había mandado un mensaje de texto para preguntarle cómo reencender el motor.

Pero ahora no contestaba su teléfono.

Curley tocó la puerta, pero cuando nadie contestó, volvió a su auto. Deben de haber ido un momento a la tienda, pensó. Cuando empezaba a alejarse, Curley dijo, la radio emitió un anuncio de servicio público. La voz dijo algo sobre “monóxido de carbono” y “generadores.”

“Ahí fue cuando me di cuenta,” dijo Curley.

Marcó al 911, regresó rápidamente a la casa, y corrió hacia la puerta. Curley dijo en una entrevista que había instalado el generador como a 10 pies de la casa la noche anterior —lo más alejado posible en el pequeño patio de Johnson —pero cuando llegaron los servicios de urgencias, el aparato estaba a solo unas pocas pulgadas de la casa con el tubo de escape apuntado a la puerta de atrás, según un informe sobre el incidente de la Oficina del Sheriff de Jefferson Parish.

Cuando llegaron los bomberos, las alarmas que llevan como parte de sus uniformes empezaron a sonar antes de que entraran en la casa. Junto al generador en el patio trasero, midieron niveles de CO de 200 partes por millón, un nivel peligroso pero no lo suficientemente alto como para activar el interruptor de apagado automático si el aparato tenía uno.

Dentro de la casa, los niveles de CO eran más de tres veces tan altos, según el informe policial —lo suficiente para hacer que alguien pierda la consciencia en menos de una hora de exposición. Cuando los paramédicos encontraron a la ex-esposa de Curley y sus hijos, sus cuerpos ya estaban fríos.

Días después, cuando Curley volvió a la casa para revisar las posesiones de su familia, la caja del generador abierta recientemente todavía estaba ahí. Miró la caja por un instante antes de recogerla y sacarla a la basura.